La ciudad de los sueños
Cómo Hollywood pasó de naranjal a ciudad de oropel
Si una palabra simboliza al cine, es Hollywood. El
lugar en el mundo más afecto a hacerse publicidad incluso tiene en las colinas
cercanas un anuncio con su nombre en letras de cinco pisos de altura. Pero este
glorificado centro de la industria fílmica antes fue una sucesión de
polvorientos naranjales en las afueras de Los Ángeles.
En la década de 1880, el constructor Horace H.
Wilcox adquirió dichos terrenos. Su esposa Daeida los llamó Hollywood por la
casa de un amigo en Chicago. Wilcox, ardiente partidario de la Prohibición,
deseaba crear una comunidad religiosa abstemia; pero la realidad fue otra.
En 1910 Hollywood quedó incorporado a la ciudad de
Los Ángeles. Para entonces, los primeros realizadores de películas se habían
mudado allí, pues reconocían que las condiciones del sur de California eran
ideales para sus propósitos: los días soleados casi todo el año y la gran
diversidad de paisajes —desierto, océano, montañas, bosques— eran escenarios
perfectos.
En 1913 se filmó The Squaw Man, de Cecil B. De Mille. Fue el primer largometraje de
Hollywood y un éxito de taquilla. Con De Mille al frente, la recién formada
Paramount Pictures Corporation prosperó. Pronto la siguieron Universal, Fox,
MGM, Warner Brothers, United Artists y Columbia. Al llegar 1920, Hollywood ya
era la indiscutible capital fílmica del mundo.
En las siguientes tres décadas, Hollywood atrajo a
los mejores escritores, productores, directores y actores del mundo, seducidos
por su encanto y las posibilidades económicas. Pero la fama de sus estelares habitantes
no ha hecho que Hollywood —la ciudad— deje de ser una extensión de la vasta y
contaminada zona urbana de Los Ángeles, y de tener, como escribió el autor de novelas
policíacas Raymond Chandler, “la personalidad de un vaso de papel”
El director de documentales Peter Brosnan y el
antropólogo Brian Fagan intentan actualmente conseguir fondos para una
excavación arqueológica. Sin embargo, hay una diferencia en relación con
empresas similares. No son ruinas antiguas lo que quieren descubrir, sino el
proyecto de Hollywood de una ciudad antigua, hecha de madera, yeso, clavos,
cable y alambre.
Si consiguen el dinero, peinarán las dunas de
Guadalupe, California, 320 km
al norte de Los Ángeles, donde esperan encontrar y examinar el imponente
escenario de la épica película muda de Cecil B. De Mille Los diez mandamientos (1923).
Ese año, el director y 2.500 artesanos, extras y
actores establecieron Camp De Mille, que sirvió como campamento base para
edificar una réplica de la antigua ciudad egipcia de Ramsés. Un grupo de 1.000
trabajadores de la construcción hicieron cuatro estatuas de Ramsés de tres
pisos de alto, además de numerosas esfinges, algunas de 30 m , que se imponían sobre
una ancha avenida que conducía al palacio de faraón.
De Mille optó por una alternativa sencilla
respecto de la difícil y costosa tarea de demoler la enorme ciudad después de
filmar la película: enterrar en la arena. Además previó los esfuerzos de
hombres como Brosnan y Fagan. El director escribió en su autobiografía: “si
dentro de 1.000 años a los arqueólogos se les ocurre excavar bajo la arena de
Guadalupe, espero que no les dé por publicar la sorprendente noticia de que la
civilización egipcia, lejos de limitarse al valle del Nilo, se extendió hasta
la costa del Pacífico norteamericano.”
¿Sabía Usted que...? Reader’s
Digest, 1990