viernes, 28 de febrero de 2014

El arte en movimiento

El fenómeno artístico en el cine

 

La materia prima es del todo secundaria en la creación artística. La verdadera “materia” fundamental con que el artista elabora su obra, sea de la índole que sea, son las imágenes de la fantasía. La fantasía o imaginación es una facultad humana lamentablemente descuidada en la educación del hombre.
El término “imagen” (o “fantasma”, como lo llamaron los griegos) no se refiere solamente a lo visible, a la imagen que capta los ojos, sino que abarca toda la gama de datos sensoriales que se acumulan en la memoria imaginativa. Junto a cada idea que podamos concebir en nuestra inteligencia hay imágenes que la soportan. La imagen tiene el mágico poder de despertar afectos. Por lo tanto, la imagen está ligada a las emociones y sentimientos nobles e innobles, a las recónditas motivaciones que hacen que un ser humano se decida por tal o cual camino a seguir.
La inteligencia y sus operaciones abstractas y universales son indiscutiblemente la mayor conquista del hombre en su proceso evolutivo. La mente humana, con su poder de análisis y síntesis, es suprema, soberana. El artista vive, siente y se expresa a través de las imágenes sensoriales y afectivas, pero permanece constantemente consciente de que todo aquello que él hace está dirigido por su inteligencia ordenadora. Toda forma artística es un fruto del orden y de la armonía creadas por la inteligencia sobre el dato sensorial.
En el lenguaje tradicional se ha dado el nombre de FONDO al contenido representado por las obras de arte. Así se ha hecho costumbre el dividir el fondo y la forma, por un largo influjo de la escolástica peripatética.
La inmensa mayoría de las producciones artísticas de la humanidad han sido representativas. En otras palabras, el más alto porcentaje de creadores ha dedicado su trabajo artesanal a presentar gestas heroicas, escenas épicas, y románticas, personajes mitológicos, personajes ilustres, seres humanos, animales, naturalezas muertas, vegetaciones y paisajes naturales, momentos míticos, momentos triviales, dramas de la vida, etc.: todo ello como FONDO de sus obras.
El verdadero valor de una obra no podría medirse ni por los quilates del FONDO, ni por los quilates de la FORMA separadamente. Ningún análisis será justo ni acertado si procura dividir lo que el artista jamás dividió. Para el artista, el personaje no está vivo fuera de su obra. Si está pintando un retrato de un archiduque, éste es una persona diversa al “personaje” que nacerá sobre la tela. Por lo pronto, el archiduque que ha venido a posar es un ser independiente y desconectado de su vida íntima. El archiduque del lienzo es su propio engendro, le pertenece por completo. De allí que los mejores cuadros jamás hayan resultado iguales al modelo.
Esto nos lleva a deducir que todas las acciones narradas por los literatos, cantadas por los poetas y músicos, y montadas por dramaturgos y cinematografistas, no tienen su propio valor fuera de la obra.
Algunos articulistas han declarado que el cine no puede ser un verdadero arte por causa de su realismo fotográfico. Por lo pronto, hay algo de verdad en afirmar que, mientras el drama suele estilizar escenografía, maquillaje, gestos, iluminación, lenguaje, el cine, en la mayoría de sus obras, nos hace sentirnos en contacto con la más desnuda realidad.
El verdadero planteo se basa en un hecho general para todas las artes: la estilización no suele darse en todos los niveles simultáneamente. Es así como el cine puede estilizar algunos factores, así como deja de estilizar otros. El montaje, como forma fundamental del cine, con su tratamiento irreal del tiempo-espacio y con su proceso selectivo de los factores narrativos es, de por sí, una deformación intencionada de la realidad que podrá merecer el calificativo de estilización-artística si su tratamiento es de categoría creativa.
Aquello que hace deleitoso el conocimiento, es precisamente lo accesorio de que se despoja el objeto aprehendido que el entendimiento razonador. Lo interesante es que el despojado accesorio no desaparece. Permanece en la facultad de la fantasía o imaginación. La memoria imaginativa no sólo conserva los datos sensoriales, sino que posee la admirable cualidad de combinar datos que jamás se habían percibido en esa forma. En este mágico poder de nuestra imaginación tiene origen la posibilidad de toda invención o “creación” artística.
Todo arte, por lo tanto, podrá comunicar ideas y reflejar asuntos de la vida, pero jamás podrá prescindir de aquellas formas que constituyen su propia esencia. Ningún filme merecerá el nombre de obra de arte cinematográfica sólo porque su argumento, su fondo sea interesante, sino está realizado con un ritmo, una fraseología, una textura de montaje y un movimiento cinematográfico. El cine, en su última esencia, es la creación del movimiento por medio de imágenes sobre la pantalla.




Fragmentos de:
Rafael Sánchez, Montaje cinematográfico. Arte en movimiento. La Crujía Ediciones