El fenómeno artístico en el cine
La materia prima es del todo secundaria en la
creación artística. La verdadera “materia” fundamental
con que el artista elabora su obra, sea de la índole que sea, son las imágenes
de la fantasía. La fantasía o imaginación es una facultad humana
lamentablemente descuidada en la educación del hombre.
El término “imagen” (o “fantasma”, como lo
llamaron los griegos) no se refiere solamente a lo visible, a la imagen que
capta los ojos, sino que abarca toda la gama de datos sensoriales que se
acumulan en la memoria imaginativa. Junto a cada idea que podamos concebir en
nuestra inteligencia hay imágenes que la soportan. La imagen tiene el mágico
poder de despertar afectos. Por lo tanto, la imagen está ligada a las emociones
y sentimientos nobles e innobles, a las recónditas motivaciones que hacen que
un ser humano se decida por tal o cual camino a seguir.
La inteligencia y sus operaciones abstractas y
universales son indiscutiblemente la mayor conquista del hombre en su proceso
evolutivo. La mente humana, con su poder de análisis y síntesis, es suprema,
soberana. El artista vive, siente y se expresa a través de las imágenes
sensoriales y afectivas, pero permanece constantemente consciente de que todo
aquello que él hace está dirigido por su inteligencia ordenadora. Toda forma
artística es un fruto del orden y de la armonía creadas por la inteligencia
sobre el dato sensorial.
En el lenguaje tradicional se ha dado el nombre de
FONDO al contenido representado por las obras de arte. Así se ha hecho
costumbre el dividir el fondo y la forma, por un largo influjo de la
escolástica peripatética.
La inmensa mayoría de las producciones artísticas
de la humanidad han sido representativas. En otras palabras, el más alto
porcentaje de creadores ha dedicado su trabajo artesanal a presentar gestas
heroicas, escenas épicas, y románticas, personajes mitológicos, personajes
ilustres, seres humanos, animales, naturalezas muertas, vegetaciones y paisajes
naturales, momentos míticos, momentos triviales, dramas de la vida, etc.: todo
ello como FONDO de sus obras.
El verdadero valor de una obra no podría medirse
ni por los quilates del FONDO, ni por los quilates de la FORMA separadamente.
Ningún análisis será justo ni acertado si procura dividir lo que el artista
jamás dividió. Para el artista, el personaje no está vivo fuera de su obra. Si
está pintando un retrato de un archiduque, éste es una persona diversa al
“personaje” que nacerá sobre la tela. Por lo pronto, el archiduque que ha
venido a posar es un ser independiente y desconectado de su vida íntima. El
archiduque del lienzo es su propio engendro, le pertenece por completo. De allí
que los mejores cuadros jamás hayan resultado iguales al modelo.
Esto nos lleva a deducir que todas las acciones
narradas por los literatos, cantadas por los poetas y músicos, y montadas por
dramaturgos y cinematografistas, no tienen su propio valor fuera de la obra.
Algunos articulistas han declarado que el cine no
puede ser un verdadero arte por causa de su realismo fotográfico. Por lo
pronto, hay algo de verdad en afirmar que, mientras el drama suele estilizar
escenografía, maquillaje, gestos, iluminación, lenguaje, el cine, en la mayoría
de sus obras, nos hace sentirnos en contacto con la más desnuda realidad.
El verdadero planteo se basa en un hecho general
para todas las artes: la estilización no suele darse en todos los niveles
simultáneamente. Es así como el cine puede estilizar algunos factores, así como
deja de estilizar otros. El montaje, como forma fundamental del cine, con su
tratamiento irreal del tiempo-espacio y con su proceso selectivo de los
factores narrativos es, de por sí, una deformación intencionada de la realidad
que podrá merecer el calificativo de estilización-artística si su tratamiento
es de categoría creativa.
Aquello que hace deleitoso el conocimiento, es
precisamente lo accesorio de que se despoja el objeto aprehendido que el
entendimiento razonador. Lo interesante es que el despojado accesorio no
desaparece. Permanece en la facultad de la fantasía o imaginación. La memoria
imaginativa no sólo conserva los datos sensoriales, sino que posee la admirable
cualidad de combinar datos que jamás se habían percibido en esa forma. En este
mágico poder de nuestra imaginación tiene origen la posibilidad de toda
invención o “creación” artística.
Todo arte, por lo tanto, podrá comunicar ideas y
reflejar asuntos de la vida, pero jamás podrá prescindir de aquellas formas que
constituyen su propia esencia. Ningún filme merecerá el nombre de obra de arte
cinematográfica sólo porque su argumento, su fondo sea interesante, sino está
realizado con un ritmo, una fraseología, una textura de montaje y un movimiento
cinematográfico. El cine, en su última esencia, es la creación del movimiento
por medio de imágenes sobre la pantalla.
Fragmentos de:
Rafael Sánchez, Montaje
cinematográfico. Arte en movimiento. La Crujía Ediciones